¿No puedes encontrar tu dificultad?
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Es confidencial.
Cuando me preguntaron ¿Cómo te llamas?, ¿Tienes a alguien a quien llamar?, lo entendí todo, sí, me estaba pasando a mí, no pude contener las lágrimas y el miedo, de abrir mis ojos y estar en el pavimento, lejos de mi casa, sin saber qué pasaba, solo veo sangre, y es mía.
Le conté a mis padres lo que me había hecho y ellos no me creyeron y encima me pegaron, ahí sí tuve miedo porque sabía que no me podía defender y no tenía a nadie para defenderme.
“Nuestra casa se está quemando, no había nadie, todos estamos bien, ven pronto, ten cuidado” fue lo que pude entender, me excusé con mi grupo de estudio y me fui corriendo a tomar transporte público. Para cuando llegué todo era agua y cenizas.
El miedo nos mantiene en un segundo plano. Nos convence de que nunca podremos cumplir nuestros sueños, nos dice que guardemos silencio y nos separa de los que amamos. El miedo tiene una habilidad incomparable para congelarnos en seco y limitar lo que estamos dispuestos a intentar. El miedo nos hace llevar una vida más pequeña.
Una pequeña hebra de ARN contenida en una proteína amenaza al mundo. Nadie es inmune ni a esta nueva enfermedad ni a los efectos de nuestra guerra contra ella.
Otra experiencia común de la infancia es el abandono emocional por parte de uno de los padres. Cuando los padres son críticos, despectivos, invasivos o están preocupados hasta el punto de comunicarle al niño: "Tú no importas" o "Tus sentimientos no son importantes", esto hace que el niño se sienta no querido, no aceptado y malinterpretado.