Relación de Rechazo

Me gustaba ese chico. Era muy guapo, alto, delgado y de ojos verdes; su personalidad no me impresionaba tanto, sin embargo, no podía sacarlo de mi mente. Tuvimos una relación de amistad en la que nos vimos unas 6 veces en un periodo de 2 años ya que él era de otra ciudad, así que solo nos veíamos cuando coincidíamos en algún campamento de jóvenes o proyecto. Teníamos en común nuestro interés por otras culturas y parecía que la atracción era mutua, pero él no se decidía a tomar el paso.

Un día lejos de casa me dijo lo que sentía por mí, yo estaba muy nerviosa y a la vez agradecida por ser correspondida. Ese día ambos quedamos en vernos la siguiente vez en mi ciudad de residencia para compartir más, también me advirtió que en esa visita me contaría algo importante de lo que no debía preocuparme.

El día de la visita llegó y con ella la conversación contundente donde me pidió que fuese su novia y me contó que había tenido un pasado homosexual, pero estaba arrepentido de eso ¡qué romántica petición de noviazgo, casi decía que no, pero ya había pasado tanto tiempo teniendo sentimientos por él que me arriesgué. Una decisión poco inteligente.

Nuestra relación a distancia fue difícil, pero yo estaba muy enamorada para notarlo. Casi siempre era yo la que viajaba a verlo, pocas veces me decía que estaba linda y muy pocas veces nos besamos. No tuvimos ningún momento apasionado, pero él era un hombre caballeroso y yo intentaba convencerme que esta era la razón por la que no me tocaba.
Recuerdo que un día me dijo que mis besos sabían a labial, esta fue la primea vez que le contesté con rudeza: “Si no quieres labial entonces ve y besa a un hombre”. No me arrepiento de esta respuesta, fue la única defensa que presenté durante todo un noviazgo de rechazo pasivo.

Quizás pensarás que las cosas terminaron aquí, pero no fue así. Cuando estábamos cerca de cumplir 2 años de noviazgo me pidió matrimonio. Pensé en decir un no muy decisivo pero mi baja autoestima tal vez me llevo a decir un sí sin ninguna alegría. El compromiso duró un mes más, hasta que en una de sus visitas a mi casa me confesó que estaba confundido, que se estaba casando conmigo para huir de su deseo por el mismo sexo.

Agradezco mucho lo que él hizo ese día, pero fue muy doloroso. La relación terminó evidentemente, pero su confesión se llevó lo poco que quedaba de mi autoestima. Aunque nunca nadie lo dijo, este fue el mensaje que recibió mi corazón ese día: NO ERES SUFICIENTEMENTE MUJER, NO ERES SUFICIENTEMENTE LINDA, NO ERES SUFICIENTE.

Pasó un gran tiempo para que pudiese quitar esas mentiras de mi mente, comenzaron a debilitarse cuando comencé a leer sobre verdades acerca de mi identidad. Lo que hoy queda de ellas es el dolor que sale al recordar cuanto valor me robaron durante esa época. Hoy estoy casada con un esposo amoroso que me ve hermosa aun cuando yo no me sienta nada linda ese día. Mi historia pasada quedó como un testigo para que actualmente yo valore y ame tanto la masculinidad de mi esposo.

Autor de la foto jcomp

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