El club del 65%
Recuerdo verla entrar al salón de clase muy seria y formal. De alguna manera me sentí intimidada, y si, durante el curso pre universitario es muy fácil sentirse así al contemplar todo un nuevo mundo que espera por devorar tu inocencia y cordura si de vida social y académica hablamos, o al menos, así fue para mí.
Dijo mucha información y datos estadísticos para introducirse a la clase, pero el que hizo abrir mis ojos a su máxima capacidad fue - “El 65% de las universitarias está en relaciones sexuales” - dijo ella, la catedrática.
Crecí dentro de una familia religiosa y yo era lo que consideraba “una buena niña”. Con calificaciones arriba del promedio, una que otra condecoración académica, servicio en mi Iglesia, buenos modales y conducta ejemplar.
“El 65% de las universitarias está en relaciones sexuales” - dijo ella...
El último año del bachillerato me trajo muchas experiencias nuevas, entre divertidas y locas, en medio de esas, un primer mejor amigo que se convirtió en un primer novio meses después.
Recuerdo escuchar a mi antigua mejor amiga de la infancia contarme una noche por teléfono como ella y su novio habían tenido relaciones sexuales por la primera vez. Sin darme cuenta dejé que ese hecho me hiciera pensar que tenía la libertad para experimentarlo yo también. Asi que mi personalidad extrovertida y atrevida no le dieron lugar al miedo.
Asi que mi personalidad extrovertida y atrevida no le dieron lugar al miedo.
Quizá habían transcurrido unos dos meses desde que abrí mis ojos legalistas al escuchar a aquella catedrática durante el curso, hasta el momento en el que ya yo me había unido al “club del 65%”, como lo he autodenominado.
El “club del 65%” me daba un aire de libertad, de diversión, de plenitud y de felicidad. ¿Qué más podía pedir? ¿Qué más tenía la vida universitaria que ofrecerme?
Nuestros encuentros sexuales eran con el tiempo mucho más frecuentes, llegaron a volverse encuentros diarios. Más adelante, todo dejó de ser tan divertido y lleno de felicidad y se volvió solo un momento para que mi novio pudiera satisfacer sus deseos. Era por un acuerdo mutuo que todo eso sucedía pero me di cuenta que empecé a sentirme sucia, vacía, y aun peor, usada. Mi corazón estaba tan sediento de amor y atención que nada importaba. Permití que esa fuera la versión de Eli entre los 17 y los 18 años.
Permití que esa fuera la versión de Eli entre los 17 y los 18 años.
Tuve la oportunidad de encontrar a alguien que con tiempo me mostró que no necesitaba hacer nada para ser amada. Empecé a vivir libre y plena.
Sin duda, abandoné el “club del 65%” ...
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