SOLA EN MI VERGÜENZA
Todo empezó una noche en la que vi porno con un grupo de amigas para “burlarnos”. Recuerdo que ese día salí de la casa de mi amiga pensando en ello una y otra vez. Me intrigaba mucho el sexo, incluso la idea de hacerlo. Así que empecé a explorar páginas web y a ver imágenes vívidas y videoclips que hacían que mi mente se acelerara. Me encantaba la forma en que ver porno me hacía sentir en el momento, me encantaba que aunque yo no tuviera sexo, podía tener una visión del mundo en el que vivían mis amigos, o en el que yo creía que vivían.
Tenía ganas de ver porno casi todo el tiempo. Era una estudiante de preparatoria muy ocupada, me tomaba muy en serio mis notas, y practicaba deportes todo el año. Así que no tenía mucho tiempo libre, pero sí encontraba tiempo para el porno.
Me volví extremadamente buena bajando las escaleras en silencio por la noche o conectándome rápidamente antes de que mis padres llegaran a casa.
No tenía una laptop, pero mi familia tenía una computadora en el sótano. Me escabullía al sótano siempre que sabía que podía tener cinco minutos a solas. Me volví extremadamente buena bajando las escaleras en silencio por la noche o conectándome rápidamente antes de que mis padres llegaran a casa. Mi adicción duró dos años.
Mientras crecía, solamente escuchaba hablar acerca de que la pornografía era un problema de hombres. Pensaba, ¿hay alguna chica que lucha contra esto? ¿acaso soy la única? ¿qué pasa conmigo? Soy asquerosa.
Cuando estás atrapado en una adicción, tu cabeza se llena de mentiras. Tus amigos tienen sexo y tú no, así que sigue mirando. Sigues siendo virgen, no te preocupes. Además, es con fines educativos. Un día, tu esposo va a tener mucha suerte de que sepas todo sobre el sexo.
Mentiras, mentiras, y más mentiras… y en donde hay mentiras, también hay vergüenza.
Mirar porno se sentía tan bien en el momento. Pero el momento en que terminaba, me invadía la culpa. Me enfadaba conmigo misma, me disgustaban mis acciones.
Así que establecía bloqueos para intentar ayudarme a parar antes de empezar. Cosas como apagar la computadora por completo (las computadoras de escritorio solían tardar unos 10 minutos en encenderse), o escribir recordatorios “codificados” en notas adhesivas.
No conocí a una sola mujer que también luchara con el porno.
Nada funcionaba. Cada vez que sucedía, me encontraba llena de culpa y rabia. Volvía a sentirme avergonzada y asqueada de mí misma.
No conocí a una sola mujer que también luchara con el porno. Conocía a chicos que sí lo hacían. ¿Pero qué hay de las chicas? Me hubiera gustado conocer personalmente, saber o incluso oír hablar de una desconocida que luchara con ello. Pero durante los dos años que estuve atrapada en mi adicción destructiva, no lo hice. Me pareció una locura.
Una noche, decidí que no podía seguir viviendo así. No cambié de la noche a la mañana, y ciertamente no fue fácil. Los primeros meses fueron una tortura: casi todo era un detonante que me impulsaba a escabullirme a una computadora en una habitación a solas y obtener esa sensación que ansiaba. Es como si hubiera tenido una herida abierta durante varios meses. Pero luego, sorprendentemente, la herida empezó a cicatrizar.
Todavía vivo con los efectos de mi adicción al porno. Mi percepción del sexo y del amor, y de cómo es entre un marido y una mujer, está distorsionada. Pero estoy aprendiendo que la pornografía no era ni es la realidad: es una fantasía. Y poco a poco estoy bajando el sexo del alto pedestal en el que lo había puesto.
Si luchas contra el porno, debes saber que no estás solo. Y puede ser de gran ayuda hablar con alguien sobre lo que está pasando. Sólo tienes que rellenar el siguiente formulario para ponerte en contacto con uno de nuestros mentores online gratuitos y confidenciales hoy mismo. Puedes utilizar tu nombre real o uno falso. Depende totalmente de ti.
No tienes que enfrentar esto solo, Habla con un mentor, es confidencial.
Estos problemas pueden ser difíciles de enfrentar. Si estás considerando dañarte a ti mismo o a los demás, por favor lee esto!
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