no puedo seguir fingiendo, esto no es para mí.
Escoger la carrera que vas a estudiar y ejercerás (se supone que el resto de tu vida) a los 16 años puede ser una carga pesada y abrumadora para una adolescente inexperta. A esa edad salí de la secundaria con notas excelentes, lo que hizo que la expectativa ajena se elevara y seguí el consejo de ir por algo difícil porque “yo podía con eso y más”.
Días antes de mi prueba vocacional no tenía una idea concreta de la carrera que prefería, entonces leí un folleto de ingeniería que me sugestionó y los resultados de la prueba se inclinaron a esa carrera y sus afines, así que pensé ¡esta es la correcta!.
Al poco tiempo fui asignada por mi promedio a la Universidad pública más grande de mi Estado y comencé de inmediato a cursar Ingeniería Química. La emoción y el entusiasmo del primer día se convirtieron en decepción y tristeza al ver que por primera vez fui reprobada en dos materias en mi primer semestre, me sentí incómoda, pero como “eso es común en la Universidad” seguí adelante; luego la historia se repitió una y otra vez, el tiempo pasaba y yo me iba acostumbrando.
Cuando expresaba mi insatisfacción y deseo de cambiar esa carrera recibía ánimo bien intencionado de mis cercanos y proseguía de nuevo, puse la opinión de los demás por encima de la sensación que tenía en el fondo, donde sabía que no terminaría algo que no me gustaba. No entendía y era demasiado exigente para mi nivel de madurez y disciplina en esa época. No supe qué hacer, sabía que no funcionaría pero no tenía un plan diferente; así fui construyendo una máscara, ante mi familia era una (buena) estudiante, pero en el salón de clases solo me distraía y sentía que perdía el tiempo.
Cuando expresaba mi insatisfacción y deseo de cambiar esa carrera recibía ánimo bien intencionado de mis cercanos y proseguía de nuevo, puse la opinión de los demás por encima de la sensación que tenía en el fondo, donde sabía que no terminaría algo que no me gustaba.
Llegué al punto de fingir durante todo un semestre que iba a clases, cuando en realidad me desviaba al parque a leer, meditar y pensar en la forma de decirle a todos que abandonaría mi carrera. Después de un largo y tortuoso recorrido a medias. Me sentía desorientada, llena de temor y vergüenza por ser la peor hija y hermana; el fracaso era inminente y me arrepentía a diario por no haber tomado esa decisión desde el principio cuando lo presentí. Un día una gran amiga se dio cuenta de mi actitud diferente en la Universidad y me citó una frase que me hizo reaccionar, “Eres una hipócrita si no estás viviendo la vida que te mueve”, le respondí que efectivamente estaba siendo hipócrita y estaba viviendo por inercia, ella me animó a ser sincera conmigo misma y esperar lo mejor.
Entonces, supe que no había vuelta atrás, en mi interior ya había decidido desertar pero no sabía cómo exteriorizarlo, hasta que fue insoportable, el atraso por los constantes paros universitarios debido a la crisis económica y política de mi país fueron un detonante para decir “No puedo seguir fingiendo más, esto no es para mí”. Le empecé a contar a mi círculo de amigos cercanos y poco a poco mis padres fueron notando mi desinterés y desánimo a la hora de hablar de mis estudios, no tuve el valor de decirles, entonces un día ellos mismos me desenmascararon, solo había llanto de mi parte y negación mezclado con rabia de la suya. Traté de explicarles, pero no fue posible, era inaceptable mi confesión tardía; su dolor no les hizo entender ni escuchar y comprendí su posición. Nos rompimos el corazón mutuamente porque yo quebré la imagen ideal que tenían de mí y ellos tuvieron poca empatía con mi situación. El cuadro depresivo de los meses previos pasó a ser depresión en ese momento y viví las semanas más difíciles de mi vida. Lágrimas, impotencia, confusión, incertidumbre, miedo, comparación, dolor profundo y pensamientos suicidas son algunas palabras que describen aquellos días oscuros de esa etapa universitaria frustrada. Hoy día, han pasado cinco años de aquella experiencia, terminé mi carrera de Comercio Exterior recientemente, tengo un trabajo que amo y muchos sueños más por cumplir.
Gracias a Dios no viví esa etapa sola, pude contar con algunos buenos amigos que estuvieron allí con palabras de ánimo oportunas y consejos solidarios que me sostuvieron como una red.
No tienes que enfrentar esto solo, Habla con un mentor, es confidencial.
Estos problemas pueden ser difíciles de enfrentar. Si estás considerando dañarte a ti mismo o a los demás, por favor lee esto!
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