Mi vida, Desperdiciada
Empecé a abusar del alcohol en la Universidad. Claro, todo estudiante universitario consume bebidas alcohólicas, pero yo no estaba tomando solo para divertirme. Estaba tomando para sobrevivir. Mi ansiedad social hacia casi imposible que yo saliera de mi dormitorio. No tenía confianza en mí mismo para hacer amigos ni hablar con chicas. Y aunque sabía que tenía familiares y amigos que me amaban, me sentía completamente solo. Me odiaba a mí mismo. El alcohol era una poción mágica que, por algunas horas, me convertía en alguien interesante, con confianza y para nada solitario.
El alcohol quitaba el dolor. Por dos años, el alcohol se convirtió en algo en lo que
nunca debió ser – mi medicina.
Después de mudarme de los dormitorios universitarios para trabajar y terminar mi licenciatura en línea, la único que cambió acerca de mi adicción fue la frecuencia. El vivir en casa con mis padres significaba que no podía traer bebidas a la casa, así que tomé ventaja de todas las oportunidades que tenía para consumir bebidas alcohólicas fuera de la casa. Sin importar la larga distancia que tenía que manejar para volver a casa, tomaba lo más que podía y hacia lo mejor para no matarme – o matar a alguien más- cuando manejaba en ese estado. El ir tras los sentimientos que el alcohol me daba era lo más importante en mi vida; en mi egoísmo, no me importaba el manejar en total estado de ebriedad. No me importaba las vidas que ponía en peligro, incluyendo las de mis amigos que a veces estaban en el auto conmigo.
Eventualmente, dejé de apoyarme en el alcohol para poder hablar con chicas, y empecé a salir con la chica de mis sueños. Ella era una madre soltera de dos niñas pequeñas, así que ahora no tenía solo la responsabilidad de una relación sino también la responsabilidad de ser una figura paterna. A pesar que no tomaba cuando teníamos a las niñas con nosotros, los días en los que ellas no estaban la historia era diferente.
Nos comprometimos. Y aunque estaba enamorado, y sabía que mi prometida me amaba, no era suficiente. Aun no me amaba a mí mismo y no podía aceptar o creer que merecía ser amado. Entonces continué tomando como si mi vida no importara, porque para mí, no importaba. Nadie sabía que me embriagaba cada martes en la noche. Nadie conocía los cambios de ánimo que tenía mientras estaba borracho. Nadie sabía cuánto me odiaba a mí mismo.
No hasta que casi fue muy tarde.
En mayo 25 del 2015 (cuatro meses antes de nuestra boda) alrededor de las 2a.m., dejé el apartamento de mi prometida después de su fiesta de cumpleaños. Estaba completamente embriagado. No había avanzado ni un kilómetro y medio, cuando al tratar de cambiar un CD, levanté mi mirada un segundo antes de estrellarme con un poste de luz. El poste cayó sobre mi carro, y nunca entenderé como no me aplastó. La boda se canceló la semana siguiente. Después del accidente, me di cuenta que no podía culpar al alcohol de casi causar mi muerte. Yo era el culpable. Yo fui el que ignoró mi ansiedad social en vez de buscar ayuda. Yo fui el que escondió mi adicción a los demás. Yo era quien no tenía amor propio y casi permito que esto causara mi muerte. El alcohol era un problema en mi vida, pero era solo un producto del problema mayor: yo.
El alcohol era un problema en mi vida, pero era solo un producto del problema mayor: yo.
La adicción siempre tiene su raíz en la persona adicta. Una persona se vuelve adicta a algo que utiliza para resolver o escapar de sus problemas. Las adicciones empiezan cuando las personas tratan de escapar de sus miedos en vez de enfrentarlos. Al enfrentar mis problemas pude solucionar mi situación con el alcohol.
Pasé cuatro meses en Alcohólicos Anónimos. No porque alguien me forzara a ir, sino porque sabía que necesitaba enfrentar la dura realidad a la que te lleva el alcoholismo. Yo necesitaba escuchar que debía humillarme y escuchar la sabiduría de las personas que habían pasado por situaciones peores a la mía. Pase por muchas dificultades al contarle la verdad a mis familiares y amigos. Empecé a reunirme con diferentes personas y para decirles honestamente lo que pensaba, las luchas que tenía y empecé a dar respuestas honestas cuando me preguntaban cómo estaba. Busqué ayuda profesional para tratar mi ansiedad social para no tener que auto-medicarme con el alcohol. Enfrenté mis problemas al hablar, pensar y tratarme a mí mismo como una persona importante. Verdaderamente aprendí a amar la persona que soy.
La soledad no propicia a la recuperación, esta solo se da en comunidad. Sea cual sea tu adicción, las buenas noticias son que no te tienes que quedar atrapado en ella. Cualquiera que sea la situación que te llevó a una adicción, no tienes que enfrentarla solo. A nuestros mentores en línea les encantaría estar contigo y apoyarte en tu camino a la recuperación. Por favor déjanos tu información en el formulario de contacto a continuación, y nosotros te contactaremos.
No tienes que enfrentar esto solo, Habla con un mentor, es confidencial.
Estos problemas pueden ser difíciles de enfrentar. Si estás considerando dañarte a ti mismo o a los demás, por favor lee esto!
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